«Entonces dijo David al filisteo: Tú vienes a mí con espada y lanza y jabalina; mas yo vengo a ti en el nombre de Jehová de los ejércitos, el Dios de los escuadrones de Israel, a quien tú has provocado. Jehová te entregará hoy en mi mano, y yo te venceré […]» – 1 Samuel 17.45,46
La vida está hecha de batallas. Muchas de las batallas a las que nos enfrentamos provocan miedo, duda e incertidumbre. Es la preocupación por nuestros hijos; el miedo a envejecer y quedarnos solos; un tumor o bulto en nuestro cuerpo; la falta de recursos; un matrimonio que no va bien; personas que nos persiguen; entre otros. Satanás, el enemigo de nuestras almas, conoce nuestros temores y los utiliza para tratar de socavar nuestra fe y poner en duda nuestra vida victoriosa en Cristo.
Sean cuales sean las luchas a las que nos enfrentemos, es necesario recordar que la batalla es del Señor. David era sólo un joven pastor, pero con audacia y valor se enfrentó al gigante Goliat diciéndole: «Tú, ven contra mí con espada, lanza y escudo; pero yo iré contra ti en nombre del Señor de los ejércitos, el Dios de los ejércitos de Israel, a quien tú has desafiado.» (I Samuel 17.45)
David nos enseña aquí un importante principio bíblico. Cada vez que intentemos vencer a nuestros enemigos con nuestras propias fuerzas, perderemos. Sin embargo, cada vez que confiemos en el Señor tendremos victorias sobre nuestros enemigos, porque la guerra es del Señor (I Samuel 17.47).
Saúl, el rey de Israel, cuando se enfrentó al gigante Goliat tuvo miedo, porque se fijó en las circunstancias (I Samuel 17.32-33). David, el joven pastor, cuando se enfrentó al gigante Goliat, venció porque confiaba en el Señor de las batallas (1 Samuel 17:48-50).
¿Cuáles han sido sus batallas? ¿A quién has estado mirando? ¿Te fijas sólo en las batallas o en el Señor que nos ayuda en las batallas? Mi desafío para ti es que pongas tus batallas ante el Señor de los Ejércitos. Él te dará victorias. ¡Créetelo!
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Una familia de discípulos de Jesús, fundamentada en la Biblia, comprometida con la Reforma, que proclama la buena nueva de la salvación, que trabaja por la restauración de las personas y que coopera en la construcción del reino de Dios.