Las buenas nuevas de la Gloria de Dios
La epístola de Judas, incluso en un espacio tan compacto, nos revela un poderoso retrato del evangelio.
En primer lugar, y de forma más exhaustiva, Judas exi- ser el «negativo fotográfico» del evangelio, dándonos una imagen vívida y sombría de aquellos que distorsionan la generosa gracia del evangelio en una licencia para pecar (por ejemplo, Judas 12-13). Judas apila las metáforas a lo largo de su carta, dejando claro que la falsa enseñanza introduce la muerte en la iglesia. Y, sin embargo, en contraste, este oscuro qua- dro sigue revelando la realidad de la buena noticia de la gloria de Dios en la obra expiatoria de Cristo.
Creados a imagen y semejanza de Dios para reflejar su gloria, fuimos creados como espejos con ángulos de 45 grados, destinados a reflejar al mundo el resplandor sin obstáculos de la gloria de Dios. Pero en la desobediencia, nos volvemos a la tierra. Y cuando se pone un espejo al revés, no refleja una luz, sino que proyecta una sombra en el suelo.
Del mismo modo, los pecadores tendemos a centrarnos en la sombra de las prioridades mundanas y egocéntricas, en lugar de en la gloria que emana de Dios mismo. Judas nos invita a adorar a este Dios: «el que es poderoso para evitaros el tropiezo y presentaros con gran alegría ante su gloria, irrehensible» (Judas 24).
En segundo lugar, la persistente advertencia de Judas de evitar a los falsos maestros, aunque aleccionadora, es en sí misma un don de la gracia de Dios. Dios nos ama al advertirnos contra las falsas enseñanzas. Como nuestro Padre, Dios quiere que su pueblo sea un testigo sano y alegre del Evangelio. Por eso nos instruye -de forma mordaz, a veces, como en la carta de Judas- por su gran amor hacia nosotros.
En tercer y último lugar, Judas nos recuerda la obra salvadora de Dios en Cristo que resuena a lo largo de la historia de la humanidad. Ju- das señala sorprendentemente en el versículo 5 que fue Jesús quien sacó al pueblo de Dios de Egipto -¡siglos antes de la encarnación! Sea lo que sea lo que Judas quería transmitir aquí, al menos nos recuerda que la obra salvadora de Cristo no es un hecho histórico aislado e inconexo. Más bien, la obra de redención de Cristo es el clímax de todos los actos poderosos de Dios en favor de su pueblo.
Nuestra identidad
Una familia de discípulos de Jesús, fundamentada en la Biblia, comprometida con la Reforma, que proclama la buena nueva de la salvación, que trabaja por la restauración de las personas y que coopera en la construcción del reino de Dios.