El Evangelio en el libro de Sofonías
Los libros proféticos del Antiguo Testamento están en la Biblia para decirnos continuamente lo mismo: la gente es rebelde, incluso el pueblo de Dios, pero Dios mismo insiste en hacer el bien eterno a su pueblo de todos modos. Esto es lo que un profeta tras otro intenta meter en nuestras cabezas y corazones.
Y como el pueblo rebelde no puede salir de su obstinación, Dios tomará el asunto en sus manos para asegurar su liberación. Sofonías sigue este modelo familiar. El libro comienza con una declaración del juicio que vendrá sobre el pueblo de Dios y los enemigos de Dios, pero al final del libro vemos garantías del amor salvador de Dios que pueden parecer contrarias a sus declaraciones anteriores de juicio. ¿Cómo puede Dios tratar a su pueblo con misericordia cuando la justicia exige el juicio necesario?
La respuesta final a este dilema no se proporciona completamente en el Antiguo Testamento, aunque todo el Antiguo Testamento es una bola de nieve que anticipa la respuesta. La justicia y la misericordia de Dios sólo se resuelven en la vida, muerte, resurrección y exaltación de Jesucristo. En la cruz se satisface la perfecta justicia de Dios, pero al mismo tiempo se manifiesta su infinita misericordia. Cristo no murió por sus propios pecados, sino por los de su pueblo, por todos los que confían en él. Pero este plan no se revela plenamente en todos los puntos de las profecías del Antiguo Testamento.
El libro de Sofonías se une a otros libros proféticos del Antiguo Testamento para aumentar el suspense y hacer que nos sentemos en el borde de nuestros asientos, preguntándonos cómo Dios será misericordioso con su pueblo cuando merece ser abandonado.
Sin embargo, lo que es oscuro en el Antiguo Testamento sale a la luz en el Nuevo Testamento: el propio Hijo de Dios fue abandonado, así que nosotros nunca lo seremos.
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