«Del sudor de tu frente comerás» – Génesis 3. 19
Muchas personas se lamentan de tener que trabajar basándose en el texto de Génesis 3.19. Creen y afirman que nunca tendríamos que hacer esto si Adán, el primer representante de la raza humana, hubiera obedecido a Dios en el Jardín del Edén.
En la mente de algunas personas, trabajar a diario es una especie de maldición divina sobre nosotros y que sólo podríamos disfrutar de los beneficios de la creación sin tener que derramar el sudor de nuestra frente.
Sin embargo, para entender la cuestión del trabajo, debemos tener en cuenta dos cosas sencillas e importantes:
En primer lugar, el deber de trabajar es anterior a la caída del hombre. Antes de que Adán y Eva comieran del árbol de la ciencia del bien y del mal, Génesis 2:15 cuenta lo siguiente: «Y el Señor Dios tomó al hombre y lo puso en el jardín del Edén para que lo cultivara y lo guardara. Y Dios le dijo: «Domina a los peces del mar, a las aves del cielo y a todo ser viviente que se arrastra por la tierra», versículo 28.
En lo que los teólogos llaman el mandato cultural, Dios encomendó al hombre y a la mujer, como ayudantes suyos, la tarea de gobernar la creación, cuidar el lugar en el que vivían, atender a los hijos e hijas que iban a tener, recoger el fruto de los árboles, plantar, cultivar, obtener su alimento, etc. Adán era una especie de administrador de la creación divina y, además, debía ser fructífero en su trabajo.
Sobre esto, Mary Beeke escribió: «En el Paraíso, Adán estaba siempre muy ocupado. Dios le confió grandes y esenciales tareas. Como la criatura de mayor rango que Dios había creado, Adán fue encargado del cuidado de la tierra».
En segundo lugar, tenemos que entender por qué Dios le dijo a Adán: «Comerás del sudor de tu frente».
Si tenemos en cuenta el contexto de este versículo, vemos que Dios también dijo: «…en el trabajo comerás de él todos los días de tu vida» Génesis 3:17. Así, vemos que la consecuencia de la rebelión humana era su disgusto en el trabajo, así como las dificultades que surgirían en la producción de su servicio.
Mary Beeke explica que «el suelo de la tierra estaría maldito a causa del pecado de Adán y Eva. El cultivo de la tierra, que antes era una actividad gozosa, se convertiría en una empresa tediosa; Adán derramaría sudor luchando contra cardos y abrojos.
Sería muy difícil cultivar a partir de ahora. Poner la comida en la mesa consumiría la mayor parte del tiempo de Adán. Cuando el tiempo de Adán en la tierra llegara a su fin, su cuerpo volvería al polvo que fue regado por su sudor durante su vida».
Siendo así, no digas que el trabajo es un castigo de Dios para ti, sino, piensa que es un noble deber que el Creador te ha asignado. No seas blando y no refunfuñes por tu servicio (algo que debido a tu naturaleza pecaminosa heredada de Adán estarás tentado a hacer), sino cultiva un espíritu dispuesto, regocíjate en tu capacidad de producir y de beneficiarte tanto a ti mismo como a la gente que te rodea.
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