«La paz os la dejo, mi paz os la doy; no os la doy como la da el mundo. No se turbe tu corazón, ni tenga miedo»
La paz sobrenatural, que Cristo nos da, tiene que ver con nuestra posición ante Dios, tiene que ver con nuestra experiencia de descanso y confianza en el Señor y también con la de amor y gracia hacia nuestro prójimo.
La paz de Cristo es espiritual. Es la paz con Dios, que se basa en nuestra justificación, como nos dice la Escritura: «Por tanto, justificados por la fe, tenemos paz con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo» (Romanos 5:1). Después de todo, éramos por naturaleza hijos de la ira, enemigos de Dios, pero hemos sido reconciliados por la sangre de Cristo.
La paz de Cristo es una experiencia. Hay una promesa de experiencia real de paz para los que están en Cristo Jesús. El Señor quiere que tengamos paz en él, de verdad. «Estas cosas os he dicho para que tengáis paz en mí. En el mundo pasaréis tribulaciones; pero tened buen ánimo: yo he vencido al mundo» (Juan 16:33). Es por el poder del Espíritu de Cristo que estamos llenos de paz, y nuestros corazones pueden desbordarse en la confianza y el descanso en Él.
La paz de Cristo es relacional. La paz con el prójimo es una consecuencia inevitable de la posesión de la paz con Dios experimentada en la vida del creyente. La Escritura insiste en que busquemos la paz con todos (Rom 12:18; Rom 14:19; Col 3:15; Heb 12:14; I Ped 3:10-11). «Bienaventurados los pacificadores, porque serán llamados hijos de Dios» (Mat 5:9).
No nos corresponde buscar la venganza, sino establecer la paz. No está bien que nos entreguemos al orgullo, a la presunción o a la dureza de corazón, estamos llamados a la paz entre nosotros.
En resumen, la paz de Cristo es la paz con Dios, espiritual; la paz con uno mismo, vivencial; la paz con el prójimo, relacional. Busca esa paz en Cristo. Recibe esa paz en Cristo.
Nuestra identidad
Una familia de discípulos de Jesús, fundamentada en la Biblia, comprometida con la Reforma, que proclama la buena nueva de la salvación, que trabaja por la restauración de las personas y que coopera en la construcción del reino de Dios.