La felicidad es el sueño de todo ser humano. Pero, ¿dónde vive la felicidad? ¿Cuál es su dirección? Salomón, el hombre más rico y sabio de su tiempo, fue en busca de la felicidad. ¿Dónde la buscó?
En el entretenimiento (Ecl. 2:1,2). La risa y la alegría, en los más diversos estilos de entretenimiento, no podían satisfacer su deseo de felicidad. La risa burlona, en la carcajada rugiente de las horas felices de la vida, se apaga en el rostro surcado de dolor y mojado de lágrimas. Esta risa no es más que una locura y esta alegría efímera no sirve de nada.
En la bebida (Ecl. 2.3). Habiendo fracasado en su propósito de encontrar la felicidad en el entretenimiento, Salomón la busca en el fondo de una botella de vino. Su vino se producía en sus propios viñedos. Vino de calidad. El vino mejor valorado. Sin embargo, el vino no calmó su sed de placer ni le condujo a las fuentes de la felicidad. En lugar de utilizar sus pocos días para buscar lo que es eterno, el rey-predicador trató en vano de encontrar la felicidad en la bebida y se frustró una vez más.
En los emprendimientos (Ecl. 2:4-6). Salomón dejó el placer del entretenimiento y el vino y se lanzó al trabajo, con el propósito de realizar grandes emprendimientos. Casas, viñedos, jardines, presas. Todo lo que hacía llevaba el sello de la pluralidad. Todo lo que hacía tenía el propósito de servirse a sí mismo. Fue el autor de sus obras y el beneficiario de sus emprendimientos. Todo lo que emprendía llevaba el sello de la superlatividad. Todo fue hecho por él, a través de él y para él. Pero la felicidad tampoco estaba presente en las grandes y múltiples empresas.
En la riqueza (Ecl 2.7,8a). Salomón da un paso más en la búsqueda de la felicidad y la busca en la riqueza. Se hizo proverbialmente rico, el más rico de su generación. Compró muchos sirvientes, además de los que habían nacido en su casa. Acumuló oro y plata como ningún otro antes. Pero la riqueza no llenaba el vacío de su corazón ni alimentaba su alma con el sueño dorado de la felicidad.
En la música (Ecl 2.8b). Salomón puso un ingrediente más en el menú, con el propósito de experimentar la felicidad.Degustaba a los cantantes masculinos y femeninos. Esta costosa y rara afición, llenaba sus veladas de agradables sonidos y sus banquetes del mejor ambiente. Sin embargo, la felicidad tampoco se encontraba en la música y los espectáculos privados contratados para alegrar su alma.
En el sexo (Ecl. 2:8c). Salomón tenía en su harén setecientas princesas y trescientas concubinas (1 Reyes 11.3). Las mujeres más bellas y ricas del extranjero y de su nación frecuentaban su cama. Disfrutaba del placer sexual con exuberancia y variedad como ningún otro hombre como él. Sin embargo, todos los cubos de placer que arrojó a su corazón no saciaron su sed de felicidad.
En la fama (Ecl 2.9). En su carrera hacia la felicidad, Salomón la busca en los salones de la fama. Se convirtió en el Top 1 de la fama. Nadie se le ha asemejado en sabiduría y riqueza. Ocupar la cúspide de la pirámide social, sin embargo, no colmó su deseo de felicidad. Las cosas temporales y terrenales, por muy abundantes y excelentes que fueran, no le daban acceso al banquete de la felicidad.
En los placeres carnales (Ecl. 2.10). Salomón no negó a sus ojos ni a su corazón todo lo que deseaban. Incluso gobernado por el imperio de los sentidos y atendiendo a los dictados de los deseos carnales, no pudo llenar el vacío de su corazón. El resultado de todas sus búsquedas fue una profunda frustración y una absoluta decepción. Todo lo que poseía y experimentaba no era más que vanidad, una burbuja de jabón. Sus búsquedas sin gloria eran como perseguir el viento. Bajo el sol, nada daba sentido a su vida (Ecl. 2:11).
El sentido de la vida está por encima del sol. La felicidad existe y se puede encontrar, sólo se encuentra en Dios. En la presencia de Dios hay plenitud de alegría y deleite perpetuamente (Sal 16.11). Jesús es nuestra alegría. Vino a darnos vida y vida en abundancia (Ju 10.10).
Nuestra identidad
Una familia de discípulos de Jesús, fundamentada en la Biblia, comprometida con la Reforma, que proclama la buena nueva de la salvación, que trabaja por la restauración de las personas y que coopera en la construcción del reino de Dios.